domingo, 24 de marzo de 2024

Pequeñas Semillitas 5590

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5590 ~ Domingo 24 de Marzo de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
En este Domingo de Ramos se mezclan dos sentimientos: el júbilo y la pasión. Hoy, el Señor, es aclamado. ¿Y mañana? A la vuelta de la esquina será abandonado por los suyos, entregado, vendido y subido al patíbulo de una cruz.
Los mártires son representados con palmas en sus manos. Nosotros al enarbolar los ramos del Domingo de Ramos, también nos unimos a la causa de Jesús. Bien sabemos que no es tarea fácil ser de los suyos; que trabajar por sus ideas es ir, no siempre pero sí a menudo, en contra de otras tantas banderas que ondea la sociedad como fruto de un mal entendido o desequilibrado progresismo. Pero, los que nos sentimos cristianos, sabemos que –entre nuestras manos– levantamos y transmitimos los valores que Jesús nos trajo. Por ello mismo, el Domingo de Ramos, tal vez pueda ser un triunfo a medias: ¿Triunfó en verdad lo que predicó Jesucristo? ¿Eran conscientes de lo que aclamaban y a quién ensalzaban aquella muchedumbre? ¿Lo somos nosotros? La idea que brota espontánea al contemplar la entrada en Jerusalén de Jesucristo aclamado por el pueblo es la volubilidad de las masas: hoy lo aclaman con entusiasmo y a los tres días van a pedir que lo crucifiquen.
Esto se repite hoy día: las masas se dejan manipular por los agitadores. Pero también tiene una aplicación a nosotros mismos: un día estamos fervorosos, y entusiasmados en nuestro servicio al Señor, y a los pocos días le ofendemos tranquilamente. La fidelidad es uno de los mayores valores de la persona humana. El haber sido fieles al Señor durante toda la vida será una de las mayores alegrías que tendremos a la hora de la muerte.
(Textos de los padres Javier Leoz y Jorge Loring)
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Is 50, 4-7
 
Salmo: Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
 
Segunda Lectura: Flp 2, 6-11
 
Santo Evangelio: Mc 14,1-15,47
Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo».
Estando Él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza. Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este despilfarro de perfume? Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres». Y refunfuñaban contra ella. Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí. Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre. Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya».
Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno.
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?». Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.
Y al atardecer, llega Él con los Doce. Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo». Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Acaso soy yo?». Él les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato. Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios». Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Jesús les dice: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: ‘Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas’. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea». Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no». Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres». Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré». Lo mismo decían también todos.
Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración». Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad». Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de Él aquella hora. Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú». Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil». Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras. Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle. Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca».
Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela». Nada más llegar, se acerca a Él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso. Ellos le echaron mano y le prendieron. Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja. Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan las Escrituras». Y abandonándole huyeron todos. Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen. Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.
Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban. Pues muchos daban falso testimonio contra Él, pero los testimonios no coincidían. Algunos, levantándose, dieron contra Él este falso testimonio: «Nosotros le oímos decir: ‘Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres’». Y tampoco en este caso coincidía su testimonio. Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?». Pero Él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?». Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo». El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?». Todos juzgaron que era reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los criados le recibieron a golpes.
Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote y al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice: «También tú estabas con Jesús de Nazaret». Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices», y salió afuera, al portal, y cantó un gallo. Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: «Éste es uno de ellos». Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro: «Ciertamente eres de ellos pues además eres galileo». Pero él, se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!». Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres». Y rompió a llorar.
Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato. Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». El le respondió: «Sí, tú lo dices». Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas. Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan». Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.
Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?». Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás. Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?». La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!». Pilato les decía: «Pero, ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícale!». Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.
Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte. Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen. Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!». Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante Él. Cuando se hubieron burlado de Él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle.
Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario. Le daban vino con mirra, pero Él no lo tomó. Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos». Con Él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!». Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos». También le injuriaban los que con Él estaban crucificados.
Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», que quiere decir «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?». Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías». Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle». Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.
Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. Al ver el centurión, que estaba frente a Él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios». Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Se extraño Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José se fijaban dónde era puesto.
 
Comentario:
Hoy, en la Liturgia de la palabra leemos la pasión del Señor según san Marcos y escuchamos un testimonio que nos deja sobrecogidos: «Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios» (Mc 15,39). El evangelista tiene mucho cuidado en poner estas palabras en labios de un centurión romano, que atónito, había asistido a una más de entre tantas ejecuciones que le debería tocar presenciar en función de su estancia en un país extranjero y sometido.
No debe ser fácil preguntarse qué debió ver en Aquel rostro -a duras penas humano- como para emitir semejante expresión. De una manera u otra debió descubrir un rostro inocente, alguien abandonado y quizá traicionado, a merced de intereses particulares; o quizá alguien que era objeto de una injusticia en medio de una sociedad no muy justa; alguien que calla, soporta e, incluso, misteriosamente acepta todo lo que se le está viniendo encima. Quizá, incluso, podría llegar a sentirse colaborando en una injusticia ante la cual él no mueve ni un dedo por impedirla, como tantos otros se lavan las manos ante los problemas de los demás.
La imagen de aquel centurión romano es la imagen de la Humanidad que contempla. Es, al mismo tiempo, la profesión de fe de un pagano. Jesús muere solo, inocente, golpeado, abandonado y confiado a la vez, con un sentido profundo de su misión, con los "restos de amor" que los golpes le han dejado en su cuerpo.
Pero antes -en su entrada en Jerusalén- le han aclamado como Aquel que viene en nombre del Señor (cf. Mc 11,9). Nuestra aclamación este año no es de expectación, ilusionada y sin conocimiento, como la de aquellos habitantes de Jerusalén. Nuestra aclamación se dirige a Aquel que ya ha pasado por el trago de la donación total y del que ha salido victorioso. En fin, «nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia» (San Andrés de Creta).
* Rev. D. Fidel CATALÁN i Catalán (Terrassa, Barcelona, España)  

Pensamiento del día
«Mirémoslo: montado en un burrito, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado de un ejército símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla, que tiene el sentido de ver en Jesús algo más: tiene ese sentido de la fe, que dice: Este es el Salvador.»
(PAPA FRANCISCO)
 
¡Feliz Semana Santa, hermanos! La vivamos con intensidad. Acompañemos al Señor que, durante estos días, nos dejará impresionantes lecciones de amor (en palabras y obras) y, sobre todo, preparémonos con alegría desbordante al fruto de la Pascua: su resurrección.
 
Aviso de breve ausencia
Informo que los días de Semana Santa, 
desde el lunes hasta el sábado, 
no haré publicaciones.
La última es la de hoy. Y la siguiente 
será el Domingo de Pascua.
 
Predicación del Evangelio:
¿Con Pedro o con Judas?
El Domingo de Ramos es la única ocasión, en todo el año, en que se escucha por entero el relato evangélico de la Pasión. Lo que más impresiona, leyendo la pasión según Marcos, es la relevancia que se da a la traición de Pedro. Primero es anunciada por Jesús en la última cena; después se describe en todo su humillante desarrollo.
 
Esta insistencia es significativa, porque Marcos era una especie de secretario de Pedro y escribió su Evangelio uniendo los recuerdos y las informaciones que le llegaban precisamente de él. Fue por lo tanto el propio Pedro quien divulgó la historia de su traición. Hizo una especie de confesión pública. En el gozo del perdón encontrado, a Pedro no le importó nada su buen nombre y su reputación como cabeza de los apóstoles. Quiso que ninguno de los que, a continuación, cayeran como él, desesperasen del perdón.
 
Es necesario leer la historia de la negación de Pedro paralelamente a la de la traición de Judas. También ésta es preanunciada por Cristo en el cenáculo, después consumada en el Huerto de los Olivos. De Pedro se lee que Jesús se volvió y «le miró» (Lc 22,61); con Judas hizo más aún: le besó. Pero el resultado fue bien distinto. Pedro, «saliendo fuera, rompió a llorar amargamente»; Judas, saliendo fuera, fue a ahorcarse.
 
Estas dos historias no están cerradas; prosiguen, nos afectan de cerca. ¡Cuántas veces tenemos que decir que hemos hecho como Pedro! Nos hemos visto en la situación de dar testimonio de nuestras convicciones cristianas y hemos preferido mimetizarnos para no correr peligros, para no exponernos. Hemos dicho, con los hechos o con nuestro silencio: «¡No conozco a ese Jesús de quien habláis!».
 
Igualmente la historia de Judas, pensándolo bien, en absoluto nos es ajena. El padre Primo Mazzolari tuvo una predicación famosa un Viernes Santo sobre «nuestro hermano Judas», haciendo ver cómo cada uno de nosotros habría podido estar en su lugar. Judas vendió a Jesús por treinta denarios, ¿y quién puede decir que no le ha traicionado a veces hasta por mucho menos? Traiciones, cierto, menos trágicas que la suya, pero agravadas por el hecho de que nosotros sabemos, mejor que Judas, quién era Jesús.
 
Precisamente porque las dos historias nos afectan de cerca, debemos ver qué marca la diferencia entre una y otra: por qué las dos historias, de Pedro y de Judas, acaban de modo tan distinto. Pedro tuvo remordimiento de lo que había hecho, pero Judas también tuvo remordimiento, tanto que gritó: «¡He traicionado sangre inocente!», y devolvió los treinta denarios. ¿Dónde está entonces la diferencia? Sólo en una cosa: Pedro tuvo confianza en la misericordia de Cristo, ¡Judas no!
 
En el Calvario, de nuevo, ocurre lo mismo. Los dos ladrones han pecado igualmente y están manchados de crímenes. Pero uno maldice, insulta y muere desesperado; el otro, grita: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino», y se Le oye responder: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).
 
Vivir la Pascua significa vivir una experiencia personal de la misericordia de Dios en Cristo. Una vez un niño, al que se le había relatado la historia de Judas, dijo con el candor y la sabiduría de los niños: «Judas se equivocó de árbol para ahorcarse: eligió una higuera». «¿Y qué debería haber elegido», le preguntó sorprendida la catequista. «¡Debía colgarse del cuello de Jesús!». Tenía razón: si se hubiera colgado del cuello de Jesús, para pedirle perdón, hoy sería honrado como lo es San Pedro.
 
Conocemos el antiguo «precepto» de la Iglesia: «Confesarse una vez al año y comulgar al menos en Pascua». Más que una obligación, es un don, un ofrecimiento: es ahí donde se nos ofrece la ocasión de «colgarnos del cuello» de Jesús.
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(Texto del Cardenal Raniero Cantalamessa - Imagen de MDC )
 
Biblioteca de archivos
Hemos reactivado y mejorado nuestra Biblioteca de archivos en la que puedes encontrar casi 300 artículos publicados en “Pequeñas Semillitas” durante los últimos años. Y poco a poco vamos agregando otros artículos más, todos en formato pdf. Ingresando a la misma los podrás leer o descargar en tu computadora o dispositivo móvil. Para acceder a nuestra Biblioteca debes hacer clic acá.
 
Nuevo vídeo y artículo
 
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet
referido al Evangelio de este Domingo.
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"Juan Pablo II inolvidable"
sobre el tema: Vía Crucis escrito por Juan Pablo II
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Pedidos de oración
🙏 Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la PAZ en el mundo; por el fin de los ataques a la Iglesia Católica en Nicaragua, por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África (Nigeria), y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras patologías graves; por los jóvenes, especialmente los que han caído en las drogas o cualquier tipo de adicción, por las víctimas de trata, por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por todos nuestros hermanos de diversos países sometidos a dictaduras que se ven forzados a emigrar en busca de mejores horizontes en otras tierras;  por las víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, por lo no nacidos, por la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio. Para lectores argentinos, pedimos especial oración por la recuperación de la República Argentina en el marco de la democracia, la justicia y la honestidad de los gobernantes.
 
🙏 Pedimos oración por la salud del arzobispo de Córdoba, Argentina, Cardenal Ángel Rossi, que está cursando síntomas compatibles con dengue. Que María, Madre de Dios, interceda ante el Señor para que le conceda una pronta recuperación.
 
🙏 Pedimos oración para la señora Beatriz Carranza, de Córdoba, Argentina, de 82 años de edad, que venía saliendo de un proceso de neumonía y ahora ha contraído dengue. La encomendamos al Santo Cura Brochero y a los maternales cuidados de la Virgen María, para que eleven nuestras oraciones a Jesús y así se consiga su pronta curación.
 
🙏 Pedimos oración para María Adela, de Vicente López, Buenos Aires, Argentina, 72 años de edad, que está luchando con un cáncer de útero, rogando que Dios le siga dando fuerzas para hacer frente a esta dolencia, confiando en Su Santa Voluntad.
Tú quisiste, Señor, que tu hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia. Escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y conceda a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
 
Agradecimientos
 
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
 
💕 Desde provincia de Buenos Aires, Argentina, agradecen a Dios Misericordioso por la salud de Luis O., cuyos estudios han salido bien y sin presencia de tumores malignos. También por Diego J., que está evolucionando favorablemente a pesar de su accidente cerebro vascular (sigue internado).
 
Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
La Semana Santa se abre con el domingo de Ramos y, en esta fiesta tan alegre, se encierra ya la futura tragedia. Los mismos que un día aplaudieron cuando el Señor entró en Jerusalén son los que callan a los pocos días o, yendo aún más allá, cambian el significado de sus gritos para pedir que le crucifiquen después de haber gritado poco antes el himno de bienvenida del hosanna. Así es el hombre. Así ha sido y así sigue siendo. Los amigos de las horas de éxito desaparecen o incluso se tornan en enemigos cuando llegan los momentos malos.
Por eso debemos vivir la Semana Santa en una clave personal, intentando introducirnos en cada uno de los personajes que intervienen en la misma para descubrir nuestra similitud con ellos. Porque hay momentos en la vida en que nosotros somos el Cristo inocente y crucificado, mientras que hay otros –los más- en que somos el Judas traidor o el Pedro que niega conocer al Señor. Tampoco faltan, afortunadamente, instantes en que nos convertimos en el Cireneo que ayuda al que está aplastado por el peso de su cruz. Descubramos, pues, nuestra participación en la Pasión del Señor y que crezca nuestro amor a Él y nuestro deseo de evitarle todo tipo de sufrimiento. Lo conseguiremos en la medida en que nos demos cuenta de que Cristo ha sufrido y ha muerto por nosotros, por cada uno de nosotros, pues han sido nuestras traiciones y nuestros pecados los que le han llevado al Calvario. (P. Santiago Martín)
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
24 de marzo
Es necesario que el cristiano se libere de todos los vicios, si quiere vivir según el espíritu de Jesucristo. Ahora bien, todos estos vicios y todos estos pecados conforman el hombre viejo, el hombre terreno, el hombre carnal; precisamente de este hombre quiere el Apóstol que se despoje el cristiano: «Despojaos del hombre viejo con sus obras». El cristiano, por consiguiente, muerto y resucitado con Jesús por el bautismo, se debe esforzar siempre por renovarse y perfeccionarse, contemplando las verdades eternas y la voluntad de Dios; en resumen, debe empeñarse por adquirir la semejanza del Señor que lo creó.
A eso nos obliga la perfección cristiana, a eso nos urge el Apóstol con la sapientísima expresión: «Revestíos del hombre nuevo, que se va renovando por el conocimiento de la verdad, según la imagen de su Creador». Pero, ¿quién es ese hombre nuevo del que habla aquí el Apóstol? Es el hombre santificado por el bautismo que, según los principios de la santificación, debe vivir «en santidad y en justicia verdadera».
Nosotros, pues, cristianos, somos imagen de Dios por dos motivos: por naturaleza, es decir, porque estamos dotados de inteligencia, de memoria y de voluntad; y por gracia, en cuanto que hemos sido santificados en el bautismo, que imprime en nuestra alma la preciosa imagen de Dios. Sí, querida mía, la gracia santificante imprime de tal modo la imagen de Dios en nosotros que llegamos a ser también nosotros casi un Dios por participación; y, para usar la hermosa expresión de san Pedro: «Para que lleguemos a ser partícipes de la naturaleza divina».
Mira, hermana mía, qué grande es nuestra dignidad. Pero somos grandes a condición de que conservemos la gracia santificante; pero, ¡ay de mí!, qué abyecto se vuelve uno cuando pierde esa gracia. Nuestra abyección es inferior, estoy por decir, a la de las bestias del campo. Todo desaparece, todo se pierde ante el pecado.
(16 de noviembre de 1914, a Raffaelina Cerase, Ep. II, 226)

FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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sábado, 23 de marzo de 2024

Pequeñas Semillitas 5589

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5589 ~ Sábado 23 de Marzo de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
La meta del camino es el camino mismo. El camino vale por sí mismo y no por la meta, aunque esta sea su desenlace.
Hay que dar más importancia a los pasos que a la meta. El camino más que una búsqueda es un encuentro. A su tiempo todo sale al encuentro.
Lo que más queremos encontrar, algún día nos encontrará. Aquello que ha sido destinado para nosotros, tendrá infaliblemente su tiempo de encontrarnos.
La búsqueda nos hace pensar que lo obtenido es un merecimiento, el encuentro -en cambio- nos hace descubrir que todo lo recibido es un don. (P. Eduardo Casas)
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Ez 37, 21-28
 
Salmo: Jeremías 31, 10. 11-12ab. 13
 
Santo Evangelio: Jn 11,45-56
En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en Él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación». Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación». Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación —y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos—. Desde este día, decidieron darle muerte.
Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraim, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?». Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle.
 
Comentario:
Hoy, de camino hacia Jerusalén, Jesús se sabe perseguido, vigilado, sentenciado, porque cuanto más grande y novedosa ha sido su revelación —el anuncio del Reino— más amplia y más clara ha sido la división y la oposición que ha encontrado en los oyentes (cf. Jn 11,45-46).
Las palabras negativas de Caifás, «os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación» (Jn 11,50), Jesús las asumirá positivamente en la redención obrada por nosotros. Jesús, el Hijo Unigénito de Dios, en la Cruz muere por amor a todos. Muere para hacer realidad el plan del Padre, es decir, «reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11,52).
¡Y ésta es la maravilla y la creatividad de nuestro Dios! Caifás, con su sentencia («Os conviene que muera uno solo...») no hace más que, por odio, eliminar a un idealista; en cambio, Dios Padre, enviando a su Hijo por amor hacia nosotros, hace algo maravilloso: convertir aquella sentencia malévola en una obra de amor redentora, porque para Dios Padre, cada hombre vale toda la sangre derramada por Jesucristo.
De aquí a una semana cantaremos —en solemne vigilia— el Pregón pascual. A través de esta maravillosa oración, la Iglesia hace alabanza del pecado original. Y no lo hace porque desconozca su gravedad, sino porque Dios —en su bondad infinita— ha obrado proezas como respuesta al pecado del hombre. Es decir, ante el “disgusto original”, Él ha respondido con la Encarnación, con la inmolación personal y con la institución de la Eucaristía. Por esto, la liturgia cantará el próximo sábado: «¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Oh feliz culpa que mereció tal Redentor!».
Ojalá que nuestras sentencias, palabras y acciones no sean impedimentos para la evangelización, ya que de Cristo recibimos el encargo, también nosotros, de reunir los hijos de Dios dispersos: «Id y enseñad a todas las gentes» (Mt 28,19).
* Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano (Cervera, Lleida, España)
 
Santoral Católico:
Santo Toribio de Mogrovejo
Nació en Mayorga, en las montañas de León (España), hacia 1538, de familia hidalga. Estudió derecho en Salamanca y, durante seis años estuvo trabajando como inquisidor en Granada con gran sentido de la moderación y la justicia. Fue nombrado obispo de Lima el año 1578, cuando aún no tenía órdenes sagradas. Recibida la consagración episcopal en Sevilla, marchó a América. Su diócesis era muy extensa, pues llegaba más allá de la frontera de Perú. Puso gran empeño en aplicar el Concilio de Trento en todos los terrenos de la pastoral e impulsó la evangelización de los indios. Lleno de celo apostólico, reunió numerosos sínodos y concilios que dictaron normas sabias y promovieron la formación del clero y la elevación moral del pueblo. Fue un infatigable misionero en tierras de los Incas y ardiente defensor de sus derechos. Defendió también con valentía los derechos de la Iglesia. Murió en Seña, durante una visita pastoral, el 23 de marzo de 1606, y su cuerpo fue trasladado a Lima.
Oración: Señor, tú que has querido acrecentar la Iglesia mediante los trabajos apostólicos y el celo por la verdad de tu obispo santo Toribio, concede al pueblo a ti consagrado crecer constantemente en fe y en santidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
 
Pensamiento del día
«El evangelio te definió hombre justo, querido san José. Lo cual para nosotros ahora significa ser persona que actúa para con Dios y los hombres con rectitud y honestidad. Alcánzame, oh san José, la ayuda para mantener actitudes sanas en mis relaciones con Dios y los hombres.»
 
Aviso de breve ausencia
Informo con tiempo, que los días de semana santa, desde el lunes hasta el sábado, no haré publicaciones.
La última será el Domingo de Ramos. Y la siguiente será el Domingo de Pascua.
 
Tema del día:
Tres cosas...
Tres cosas que DEFENDER: El honor, el hogar y la patria.
 
Tres cosas que CONTROLAR: El carácter, la lengua y la conducta.
 
Tres cosas que MEDITAR: La vida, la muerte y la eternidad.
 
Tres cosas que ESTIMAR: El valor, la rectitud y el agradecimiento.
 
Tres cosas que DETESTAR: El pecado, la ignorancia y la ingratitud.
 
Tres cosas que EVITAR: La pereza, la barbarie y la bufonería.
 
Tres cosas que SALVAGUARDAR: La sinceridad, la libertad y la audacia.
 
Tres cosas que DESEAR: La santidad, la paz y la alegría.
 
Tres cosas que ADMIRAR: La voluntad, la dignidad y la gracia.
 
Tres cosas que CULTIVAR: La razón, la sumisión y la ciencia.
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(De mis viejos archivos)
 
Biblioteca de archivos
Hemos reactivado y mejorado nuestra Biblioteca de archivos en la que puedes encontrar casi 300 artículos publicados en “Pequeñas Semillitas” durante los últimos años. Y poco a poco vamos agregando otros artículos más, todos en formato pdf. Ingresando a la misma los podrás leer o descargar en tu computadora o dispositivo móvil. Para acceder a nuestra Biblioteca debes hacer clic acá.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Un niño que se quiera guiar solo por la vida está destinado a correr muchos riesgos, a lastimarse, e incluso a perder la vida, pues los niños no están hechos para mantenerse solos, sino que necesitan de sus padres para crecer bien y vivir bien.
Así también nosotros, que somos niños en la vida espiritual, tenemos que seguir los buenos consejos que nos dan los mayores, comenzando por nuestros padres, y siguiendo por los superiores, hasta el mismo Dios y la Virgen, ya que quien sigue su propia voluntad se hace discípulo de un tonto.
Tenemos que reconocer que necesitamos de una guía hacia el Cielo, porque Dios ha querido que los hombres seamos solidarios unos con otros, y que nos vayamos ayudando en el camino.
Es de buen cristiano el pedir consejos a personas prudentes. Pero es que a veces el Señor se valdrá hasta de los más pecadores y desviados para darnos buenos consejos. No es así en general, pero puede suceder. El Señor se sirvió de un asno para dar consejos a un hombre, como relata la Escritura; y así también nos puede dar consejos hasta de los inferiores y de entre los más infieles. Y esto es para que no juzguemos a ninguno ni nos creamos superiores a nadie, porque Dios es libre y se sirve del que quiere para enderezar nuestra senda y amonestarnos en el camino.
Hagamos caso al apóstol que tenemos que oír todo y seguir lo bueno, sin importar de qué fuente viene ni quién lo dice, ya que si es algo bueno, entonces hay que seguirlo.
🌸
Una persona que siempre iba a Misa, escribió una carta al editor de un periódico quejándose de que no tenía ningún sentido ir a Misa todos los domingos.
He ido a la Iglesia por 30 años, escribía; en ese tiempo he escuchado algo así como unos 3.000 sermones. Pero, por mi vida, no puedo recordar uno solo de ellos. Por eso pienso que estoy perdiendo mi tiempo y los sacerdotes están perdiendo su tiempo dando sermones.
Para al deleite del editor, esto empezó una verdadera controversia en la columna de "Cartas al Editor". Esto continuó durante semanas hasta que alguien escribió esta nota:
"He estado casado por 30 años. Durante ese tiempo mi esposa me ha cocinado unas 32.000 comidas. Pero no puedo recordar el menú entero de todas esas comidas.  Pero sé una cosa: esas comidas me nutrieron y me dieron la fuerza necesaria para hacer mi trabajo. Si mi esposa no me hubiera dado todas esas comidas, estaría físicamente muerto hoy. Igualmente, si no hubiera ido a la iglesia para nutrirme estaría espiritualmente muerto hoy.
Cuando tú no estás en nada... ¡Dios sí está en algo!  La fe ve lo invisible, cree lo increíble y recibe lo imposible.
¡Da gracias a Dios por nuestra nutrición física y espiritual!
Y cuando Satanás toque a tu puerta, simplemente di: Jesús, ¿podrías atender la puerta por favor?
Creo en Dios como un ciego cree en el sol, no porque lo ve, sino porque lo siente.
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
23 de marzo
Nosotros tenemos una doble vida: una, natural, que la obtenemos de Adán por generación carnal, y, como consecuencia, es una vida terrena, corruptible, amante de nosotros y llena de bajas pasiones; la otra, sobrenatural, que la obtenemos de Jesús a través del bautismo y, por lo mismo, es una vida espiritual, celestial, obradora de virtud.
Por el bautismo se da en nosotros una verdadera transformación: morimos al pecado y nos injertamos en Cristo Jesús de tal manera que vivimos de su misma vida. Por el bautismo recibimos la gracia santificante que nos da vida, toda celestial; nos convertimos en hijos de Dios, hermanos de Jesús y herederos del cielo.
Ahora bien, si por el bautismo el cristiano muere a su primera vida y resucita a la segunda, es deber de todo cristiano buscar las cosas del cielo, sin preocuparse para nada de las cosas de esta tierra. Esto mismo lo insinúa el apóstol san Pablo a los colosenses: «Así pues –dice este gran santo–, ya que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios».
Sí, el cristiano en el bautismo resucita en Jesús, es elevado a una vida sobrenatural, adquiere la hermosa esperanza de sentarse glorioso en el trono celestial. ¡Qué dignidad!
Su vocación le exige desear continuamente la patria de los bienaventurados, considerarse como peregrino en tierra de destierro; la vocación del cristiano, digo, exige no poner el corazón en las cosas de este mundo terrenal; toda la preocupación, todo el esfuerzo del buen cristiano, que vive según su vocación, está dirigido a procurarse los bienes eternos; debe conseguir un modo de enjuiciar las cosas de aquí abajo como para estimar y apreciar sólo aquellas que le ayudan a alcanzar los bienes eternos, y tener, además, por viles todas aquellas que no le sirven para ese fin.
(16 de noviembre de 1914, a Raffaelina Cerase, Ep. II, 226)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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