domingo, 28 de septiembre de 2014

Pequeñas Semillitas 2477

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 9 - Número 2477 ~ Domingo 28 de Setiembre de 2014
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El Evangelio sugiere que Jesús trata de contraponer dos actitudes ante el mensaje de Dios. Dos actitudes que se repiten a lo largo de los siglos.
Los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, a los que se dirige, parecían en principio más cercanos a la palabra de Dios. Eran oficialmente un modelo social y religioso. Pero no aceptaron la invitación a la santidad y a la justicia que les dirigía Juan Bautista.
Los publicanos y las prostitutas eran ciertamente marginados sociales. Eran considerados como la imagen misma del pecado, personas descalificadas en lo religioso y en lo moral, y a quienes Jesús se dedicó especialmente. Parecían ignorar la voluntad de Dios, pero escucharon al Bautista y se convirtieron. Y eso es lo importante a los ojos del Maestro. Ellos estarán por delante de los sacerdotes y fariseos en el camino hacia el Reino.
Y es que Jesús no rechaza a nadie. Quienes se creen en posesión de la verdad y no sienten necesidad de acogida ni de acoger, de perdón ni de perdonar, se autoexcluyen.
La parábola habla del hombre. Nos pregunta dónde ponemos nuestros intereses a la hora de escuchar a Dios. Y nos recuerda el valor de la conversión. Pero la parábola nos habla, sobre todo, de Dios. Él no espera de nosotros tan solo buenas palabras. Espera la seriedad de nuestro compromiso.
Padre, gracias por invitarnos a trabajar en tu viña, que es también la nuestra. Que nuestros intereses no nos impidan escuchar tu palabra y cumplir tu voluntad.

¡Buenos días!

Tomados de la mano
¿Quién duda que todos necesitamos de los bienes económicos? Pero de la necesidad, a veces se pasa a la ambición y de esta a la avaricia y la codicia. El que entra en la carrera del “tener” y “acumular” ¿se pone un límite? ¿Tiene sentido tener más y más, acumular bienes como sea: con el sudor de la frente o con el sudor del de “enfrente?”.

Caminaba una señora por el centro comercial de una pequeña ciudad, cuando se cruzó con una pareja ya entrada en años, que paseaban felices tomados de la mano. Les expresó su satisfacción de verlos tan contentos, manifestando su cariño con ese sencillo gesto de amor. —Hace treinta y cinco años que tomo la mano de mi esposa al salir de paseo –contestó el señor, pero añadió enseguida bajando la voz–. Debo hacerlo siempre, porque si me olvido, se me va de compras…

Necesitamos que nuestro corazón alcance la sabiduría: convencernos que es sabio trabajar para vivir, pero es insensato vivir prisionero de la avaricia y la codicia. La desenfrenada preocupación por amontonar no permite disfrutar de la vida (Prov 13, 12) y mucho menos compartir con quienes lo necesitan (APC).
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue.
»¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en Él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en Él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en Él». (Mt 20,28-32)

Comentario
Hoy, contemplamos al padre y dueño de la viña pidiendo a sus dos hijos: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña» (Mt 21,29). Uno dice “sí”, y no va. El otro dice “no”, y va. Ninguno de los dos mantiene la palabra dada.
Seguramente, el que dice “sí” y se queda en casa no pretende engañar a su padre. Será simplemente pereza, no sólo “pereza de hacer”, sino también de reflexionar. Su lema: “A mí, ¿qué me importa lo que dije ayer?”.
Al del “no”, sí que le importa lo que dijo ayer. Le remuerde aquel desaire con su padre. Del dolor arranca la valentía de rectificar. Corrige la palabra falsa con el hecho certero. “Errare, humanum est?”. Sí, pero más humano aún —y más concorde con la verdad interior grabada en nosotros— es rectificar. Aunque cuesta, porque significa humillarse, aplastar la soberbia y la vanidad. Alguna vez habremos vivido momentos así: corregir una decisión precipitada, un juicio temerario, una valoración injusta... Luego, un suspiro de alivio: —Gracias, Señor!
«En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios» (Mt 21,31). San Juan Crisóstomo resalta la maestría psicológica del Señor ante esos “sumos sacerdotes”: «No les echa en cara directamente: ‘¿Por qué no habéis creído a Juan?’, sino que antes bien les confronta —lo que resulta mucho más punzante— con los publicanos y prostitutas. Así les reprocha con la fuerza patente de los hechos la malicia de un comportamiento marcado por respetos humanos y vanagloria».
Metidos ya en la escena, quizá echemos de menos la presencia de un tercer hijo, dado a las medias tintas, en cuyo talante nos sería más fácil reconocernos y pedir perdón, avergonzados. Nos lo inventamos —con permiso del Señor— y le oímos contestar al padre, con voz apagada: ‘Puede que sí, puede que no…’. Y hay quien dice haber oído el final: ‘Lo más probable es que a lo mejor quién sabe…’.
Dr. Josef ARQUER (Berlin, Alemania)

Palabras de San Juan Pablo II

"La libertad, en todos sus aspectos, debe de estar basada en la verdad.  Deseo repetir aquí las palabras de Jesús: ‘La verdad os hará libres’  (Jn 8:32).  Es, pues, mi deseo que vuestro sentido de la libertad pueda siempre ir de la mano con un profundo sentido de verdad y honestidad acerca de vosotros mismos y de las realidades de vuestra sociedad. Solamente la libertad que se somete a la Verdad conduce a la persona humana a su verdadero bien. El bien de la persona consiste en estar en la Verdad y en realizar la Verdad"
San Juan Pablo II
Enc. Esplendor de la Verdad

Tema del día:
Decirle SI al Señor
Eran los últimos días de la vida de Jesús. Él seguía predicando y quería dejar claro que la gracia de Dios es para todos, que Dios había escogido un pueblo, el de Israel, para extender el Reino de Dios por el mundo; pero no había sabido cumplir este gran programa de Dios y llegaba el tiempo de una nueva alianza, donde otros, tenidos por paganos y pecadores, serían los portadores de esta antorcha de luz por el mundo. Todo esto les molestaba a los escribas y fariseos y más a los jefes religiosos, acostumbrados a vivir muy bien, amparados en sus puestos dentro de esa religión.

Hoy Jesús les dice la parábola de aquel padre que manda a sus dos hijos a trabajar. Uno dice que no, pero va; el otro dice que sí, pero no va. Lo primero que quiero hacer resaltar es el hecho de que Jesús utiliza varias veces la figura de Dios como padre en sus parábolas. Los judíos en sus enseñanzas utilizaban más la figura del rey para simbolizar a Dios: un rey con aspecto de soberano legislador y hasta vengador. Por eso los judíos se sentían ante Dios como súbditos, siervos, vasallos, pero no como hijos. Jesús nos enseña sobre todo que Dios es nuestro Padre, y que podemos sentirnos como hijos por la gracia del Espíritu. Para Jesús Dios es un padre que utiliza todos sus bienes y su poder para ayudar a sus hijos. Pero nos pide colaboración en los trabajos apostólicos, que hoy aparecen como la viña del Señor. El primero de los hijos hace un gesto como de mal educado diciendo que no quiere; pero es un gesto de libertad en el amor. Luego viene la reflexión y tiene un gesto de confianza en la bondad de su padre, que sabe que le va a perdonar. Por eso se arrepiente.

El segundo hijo dice sí. Es muy posible que fuese por temor al castigo. Cierto que es por querer quedar bien, por conservar las maneras; pero no es por convencimiento propio, porque de hecho no va. En realidad no actúa por amor a su padre, sino que hace su propia voluntad. Jesús, al explicar el sentido de la parábola, les viene a decir a la clase dirigente del pueblo que están reflejados en este segundo hijo. Y lo que más les molesta a estos dirigentes no es sólo que les compare con los pecadores, sino que muchos de éstos son superiores en el Reino de Dios. Jesús recuerda que los judíos tenían por pecadores a los “publicanos y prostitutas”. Eran dos clases de gentes que solían repetir siempre cuando hablaban de alguien que había caído muy bajo en lo social o religioso. No era sólo por su oficio, sino por lo que ambas clases tenían de unión con los oficiales y soldados romanos. Algunos de estos “pecadores” se habían arrepentido al escuchar a Juan Bautista, lo que no habían hecho esos dirigentes.

Hoy también esta parábola tiene aplicación en nuestra vida. Porque no es más cristiano el que más dice o hace actos religiosos, sino el que actúa de verdad como cristiano: ama y confía en Dios como Padre, cumpliendo su voluntad y viviendo en fraternidad con todos. Se nos habla de obedecer a Dios. Hoy para muchos suena mal esto de obedecer, y sin embargo obedecer a Dios es nuestra felicidad y nuestra certeza de salvación. Obedecer en cristiano es amar. Dice Jesús: “Si me amáis guardaréis mis mandamientos”. Pero es que debemos estar seguros de que los mandamientos de Dios proceden de su amor. También los mandamientos de la Iglesia. Al obedecer no se suprime la libertad, sino que entregamos libremente nuestra voluntad. Hacer la voluntad del Padre es lo que siempre tenía presente Jesús en su vida. Es lo que nos enseñó también a pedir cuando rezamos el padrenuestro.

Lo más perfecto sería decir siempre sí al Señor y decirlo con prontitud y alegría, de modo que la voluntad de Dios se cumpla en nosotros. Así lo hizo Jesús, y así lo hizo la Virgen María. En nuestra vida hemos dicho muchas veces que no: a veces ha sido por ignorancia, otras por protesta. No seamos como los fariseos que se instalan en un vivir fácil de la religión, sino que trabajemos en la confianza de Dios para que nuestros hechos de vida sean los que testimonien que Dios es nuestro Padre.
P. Silverio Velasco (España)

Nuevo video

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Nunca olvidemos agradecer
Una vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Nuestra lectora y amiga Elena nos escribe y dice: “A todos ustedes que han orado porque Vera (de Canadá) obtenga su pasaporte que había perdido en pleno viaje por Europa, les informo que ya se le dieron en su embajada y ha seguido viaje.  Está infinitamente agradecida por sus oraciones que han llegado al Padre concediéndole esta ayuda”

Desde Córdoba, Argentina, la mamá de la pequeña Fátima Belén (Fati), agradece a Dios y a los que rezaron por su hija, porque el resultado de la punción biopsia medular que le hicieron ha sido favorable.

"Pequeñas Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratis y solo tienes que solicitarlas escribiendo a Rocío (moderadora de los grupos) a: peque.semillitas.3@gmail.com  con el título: “Suscripción a Pequeñas Semillitas”.

Un estímulo todos los días
Setiembre 28
Si les tenemos miedo a algunas personas, podemos pedirle al Señor que toque esos corazones para que no quieran hacernos daño. Podemos rogarle que les dé compasión y ternura, para que podamos encontrarnos con ellos en paz.
Si le pedimos al Señor que los bendiga y los haga felices, eso producirá mejores frutos que maldecirlos, odiarlos o escapar de ellos.
Pensemos que si ellos se sienten bien, si tienen paz, si están satisfechos por dentro y se santifican, entonces no tendrán necesidad de hacernos daño. Por eso no hay nada mejor que bendecirlos, desearles el bien y orar por ellos.
Pero también podemos rogarle a Jesús que nos cubra con su sangre preciosa para que estemos protegidos por él, de manera que los demás no puedan perjudicar nuestros proyectos y nuestros sueños. Esa súplica puede ayudarnos a seguir viviendo en paz sin perturbarnos por temores innecesarios.
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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