PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 9 - Número 2527 ~ Jueves
27 de Noviembre de 2014
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Hoy celebramos a la Virgen
de la Medalla Milagrosa, advocación mariana referida a las apariciones de
la Virgen Santísima a Santa Catalina de Labouré en París, en al año 1830,
cuando era novicia de las Hermanas de la Caridad fundadas por Santa Luisa de
Marillac, discípula del gran San Vicente de Paul.
Se refiere también que durante los nueve meses de su
noviciado, Sor Catalina (cuya fiesta es mañana) tuvo la gracia de ver todos los
días al Señor en el Santísimo Sacramento.
La historia de las apariciones de la Virgen, sus mensajes
e instrucciones a la monja francesa, es tan interesante como extensa. Por eso
quienes deseen leer más pueden hacerlo en la página dedicada al tema en Corazones.org o también en el Web Católico de Javier.
¡Buenos días!
La gran diferencia
“Decimos ‘Madre
de Dios’ y lo decimos tranquilamente, con la misma naturalidad con que decimos
la madre de Carlos o de Susana. Sin embargo, esa expresión está reclamando
nuestro estupor, incluso cierta resistencia, cierto escándalo. Madre de Dios.
En el límite del lenguaje y al borde mismo del absurdo, hemos tenido que hablar
así: Dios, que es incapaz de hacer otro Dios, hizo lo más que podía hacer, una
madre de Dios”, (José Cabodevilla).
Una persona decía a un amigo: —¿Por qué
honrar tanto a la Virgen María? ¿Es que hay diferencia entre ella y mi madre? Y
el amigo le respondió: —Supongamos que entre las dos madres no hubiera tanta
diferencia. Pero entre el Hijo de la una y el hijo de la otra sí hay una
diferencia inmensa, infinita. Por eso amamos a la Virgen María: porque es Madre
del verdadero Dios. Si el pueblo de Israel honraba tanto a Betsabé, por ser la
madre del sabio rey Salomón, ¿no deberemos honrar nosotros a María Santísima
por ser Madre del más grande hombre que ha tenido el mundo, que es nuestro Señor
Jesucristo y nuestro Dios?
“En la Sagrada
Escritura encontramos pocas palabras de la Virgen, pero son como granos de oro
puro: si los fundimos con el fuego de una amorosa contemplación, serán
suficientes para irradiar sobre toda nuestra vida el esplendor luminoso de las
virtudes de María” (Santa Teresa Benedicta de la Cruz). Hazla conocer, amar y
honrar por los demás.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando
veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su
desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que
estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que
no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto
está escrito.
»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días!
Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este
pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las
naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el
tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas;
y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de
las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que
vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y
entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.
Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque
se acerca vuestra liberación». (Lc 21,20-28)
Comentario
Hoy al leer este santo Evangelio, ¿cómo no ver reflejado
el momento presente, cada vez más lleno de amenazas y más teñido de sangre? «En
la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las
olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán
sobre el mundo» (Lc 21,25b-26a). Muchas veces, se ha representado la segunda
venida del Señor con las imágenes más terroríficas posibles, como parece ser en
este Evangelio, siempre bajo el signo del miedo.
Sin embargo, ¿es éste el mensaje que hoy nos dirige el
Evangelio? Fijémonos en las últimas palabras: «Cuando empiecen a suceder estas
cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación»
(Lc 21,28). El núcleo del mensaje de estos últimos días del año litúrgico no es
el miedo, sino la esperanza de la futura liberación, es decir, la esperanza
completamente cristiana de alcanzar la plenitud de vida con el Señor, en la que
participarán también nuestro cuerpo y el mundo que nos rodea. Los
acontecimientos que se nos narran tan dramáticamente quieren indicar de modo
simbólico la participación de toda la creación en la segunda venida del Señor,
como ya participaron en la primera venida, especialmente en el momento de su
pasión, cuando se oscureció el cielo y tembló la tierra. La dimensión cósmica
no quedará abandonada al final de los tiempos, ya que es una dimensión que
acompaña al hombre desde que entró en el Paraíso.
La esperanza del cristiano no es engañosa, porque cuando
empiecen a suceder estas cosas —nos dice el Señor mismo— «entonces verán venir
al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria» (Lc 21,27). No vivamos
angustiados ante la segunda venida del Señor, su Parusía: meditemos, mejor, las
profundas palabras de san Agustín que, ya en su época, al ver a los cristianos
atemorizados ante el retorno del Señor, se pregunta: «¿Cómo puede la Esposa
tener miedo de su Esposo?».
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de
Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
Santoral Católico:
Nuestra Señora de la Medalla
Milagrosa
Advocación Mariana
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
Palabras del Papa Francisco
“Mi esperanza es que Europa, redescubriendo su patrimonio
histórico y la profundidad de sus raíces, asumiendo su acentuada multipolaridad
y el fenómeno de la transversalidad dialogante, reencuentre esa juventud de
espíritu que la ha hecho fecunda y grande”
Tema del día:
Propósitos para el Adviento
La palabra adviento viene del latín, ad- ventus, (venida,
llegada). Hace pues referencia a la llegada de Jesús a este mundo, como lo
habían predicho los profetas y se esperaba en todo el pueblo de Israel desde
hacía muchos años.
Isaías ya había dicho ”Y
saldrá del tronco de Jesé....” Ese Jesús esperado para aliviarlos y
sacarlos de la esclavitud, un poderoso guerrero y victorioso general de los
ejércitos que levantara a todo el pueblo contra el dominador.
Israel vivió su adviento durante los tiempos de
dominaciones y esclavitudes, de luchas y desazones, cuando llegó no lo
conocieron, pues esperaban una mano dura que rompiera todas las cadenas. Esas
cadenas no eran visibles, estaban en el corazón. Les costó pues comprender el
mensaje de Él porque como siempre queremos “ver”.
Es pues este tiempo para nosotros de limpiar nuestra casa
a fondo, tirar lo que estorbe, dar de lado a sentimientos negativos y
prepotentes, mirar en nuestro interior, escudriñar los entresijos del corazón y
hacer limpieza general.
Tirar lo que no sirva, lo que nos hiera y obstaculice el
camino, el miedo, las inseguridades, el rencor, la apatía, llenar el alma de
amor hacia uno mismo y hacia los demás, espíritu de servicio, perdonar y pedir
perdón, recuperar los sentimientos perdidos, llenarse de esperanza y de fe, agradecer
cuanto se tiene, con todo aquello que
dios nos ha bendecido, y nos sigue bendiciendo diariamente, a veces son cosas
grandes, pero la mayoría de las veces pasan inadvertidas, la sonrisa de un niño,
el perfume de una rosa...
Engalanar nuestra alma para esa bienvenida al Niño Dios,
que brille en medio de los dolores y sufrimientos del mundo, poner en la vida
alegría, humor, fuerza, empuje, acción… para que cuando llegue como todos los
años podamos ofrecerle lo mejor que hay en nosotros mismos.
En nuestra casa decorar con motivos navideños el entorno,
buscar la compañía de los seres queridos, acordarnos de los que partieron a un fin mejor y que
otras navidades estuvieron dándonos su calor, acompañar a los más débiles y
desheredados de la fortuna, compartir algo de lo nuestro con ellos… ¡Tenemos
tantas cosas!
Siempre debemos acercarnos a Jesús, pero en estas fechas
es cita obligada la renovación. Él siempre está junto a nosotros y cualquier
momento es bueno para acompañarlo.
Buscar un sitio, meditar, rezar, encontrarnos cara a cara
para poder hablarle y pedirle por los enfermos, la paz, las guerras, los
sinsabores de la vida… ¡Hay tantas cosas por las que orar!
Dar, dar a cambio nuestra colaboración, ponernos a su
disposición para lo que él quiera de nosotros, ofrecerle nuestras alegrías y
nuestros sufrimientos, nuestros pesares y nuestros logros.
Reflexionar sobre nuestra vida, leer lecturas que
alimenten la mente y el espíritu, mirar hacia atrás para no repetir los errores, para poder edificar sobre las
ruinas de una vida pasada que no debe repetirse, tenemos que seguir adelante,
amando, comprendiendo, ofreciéndonos… sí, ofreciéndonos tal y como somos sin
caretas que desvirtúen los defectos, ser siempre íntegros y sinceros,
mostrarnos al mundo con defectos y virtudes, reconocer la humanidad que hay
dentro de cada uno para afrontando la realidad cambiar las actitudes que no
benefician a nadie.
No malgastemos el tiempo haciendo sacrificios que no
sepamos cumplir, es algo más sencillo, es amar, y amar es algo diferente, es
olvidarse de sí mismo para darse, por eso decimos que amar es dar, es darnos a
nosotros mismos y en esa entrega todo lo
que hay en sí misma de bello, de generoso y algunas veces de egoísmo, de
querernos mucho a nosotros mismos y nada a los demás, de mirarnos en el espejo
y no ver nada, debemos ser un reflejo de caridad, de entrega generosa y sin
objeciones, de perdernos para encontrarnos, y al hacerlo descubrir un ser más
entero, más humano y a la vez divino, con más altos ideales, con proyectos
grandiosos para salvar a la humanidad de las garras del mal, del enemigo,
(hipocresía, egoísmos, avaricias...)
Cada año las fiestas que se vivan sean nuevas, como
nuestro interior, al renovarse por dentro que se refleje a nuestro alrededor,
que invada a los que nos rodean y llene todo de luz y calor, como las calles de
la ciudad que cada año se adornan para recibir a ese niño que todos llevamos
dentro, pero que tienen que crecer en madurez y sentido común.
El mundo un día amanecerá y dirá de verdad ¡ ha
nacido Jesús !, y ese día no habrá dolor, sufrimiento ni
lágrimas, será un universo feliz, compartido y brillará una luz nueva , la luz
de la verdad , de las almas puras e incontaminadas.
Habrá pasado el tiempo de las tinieblas para aparecer el
de la luz, saldremos de las madrigueras para pactar con el lobo y el león, el
zorro será amigo, el hielo se disolverá, el calor, el calor de los seres
humanos aflorará y se esparcirá por el ambiente llenándolo todo de un agradable
ambiente, contagiando de esperanza y de paz.
Josefina F. Jiménez Laguna
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II inolvidable"
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Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón
de María; por la conversión de todos los
pueblos; por la Paz en el mundo; por nuestros hermanos sufrientes por diversos
motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto,
la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la
fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este
sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por
las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por la salud física, mental y espiritual
de Ramiro, de Argentina, que ha
comenzado con diálisis por insuficiencia renal. Invocamos la mediación de la Virgen de la Medalla Milagrosa para que pida a Jesús por este hermano nuestro y lo
fortalezca en estas difíciles circunstancias.
Pedimos oración para Juan
Pablo, de Buenos Aires, Argentina, que está viviendo un momento complicado
de su vida, en lo personal, lo laboral, lo familiar. Rogamos a Jesús, que es el
camino, la verdad y la vida, que lo oriente para encontrar la senda luminosa
que sólo Él puede dar.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Un estímulo todos los días
Noviembre 27
El mismo Jesús que caminaba por Galilea y que entregó su
vida en la cruz con amor infinito es el Resucitado que se hace presente en tu vida
y en la mía. Si creemos en la amistad con él, podemos llegar a decirle
agradecidos: “Nos quitas la sed en tu río de delicias, porque en ti está la
fuente de la vida” (Sal 36,9-10). Podemos encontrarlo a él en todos los
hermanos y hermanas que nos apoyan y nos exhortan en el camino. Él está en
medio de los acontecimientos de la vida, donde nos invita a buscar un mundo más
justo y más fraterno. Está en su Palabra que nos ilumina, y en ella encontramos
la orientación para nuestro caminar. Está presente en los sacramentos, donde
recibimos la fuerza de su Espíritu de vida. Y está sobre todo cuando lo
celebramos juntos en la Eucaristía, donde reconocemos su presencia más plena y
vivificante. También lo reconocemos de un modo especial en los más pobres (cf. Mt
25,37-40) y en los que sufren. Jesús nos manifiesta la dignidad inmensa de los
pequeños y necesitados. Por eso, de nuestra amistad con él surge nuestra opción
por ellos. La misma fe en Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres.
Entonces no podemos decir que no sabemos dónde buscar a
Jesús. Él se ha hecho presente de muchas maneras para que podamos encontrarlo.
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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