martes, 16 de enero de 2018

Pequeñas Semillitas 3564

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 13 - Número 3564 ~ Martes 16 de Enero de 2018
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Buen Jesús, en mi corazón deseo que puedan reinar eternamente los mandatos de tu amor, para que sólo pueda moverse en una dirección: verdad, humildad y misericordia. Quiero imitar tus virtudes en espíritu y verdad, convertirme en un verdadero cristiano, compasivo, que no juzga ni condena, que siempre corrige con amor, sin ofender jamás. No permitas que caiga  en la tentación de juzgar y criticar a los otros. Líbrame de las habladurías, porque reconozco que yo también me equivoco y puedo caer en cualquier momento. Enséñame a ver en los demás lo mejor de cada uno. Aparta de mí todo sentimiento negativo y venenoso que pueda pronunciar mi lengua. Asísteme con la fuerza del Espíritu Santo para que pueda llevarlo a cabo. Toca mi corazón para que siempre esté dispuesto a amar sin prejuicios. Confío en tu bendición, en tu poder universal que puede transformar los sentimientos más destructivos en talentos y bendiciones para todos. Amén.

¡Buenos días!

El auto no le arrancaba…
Los Niños Exploradores se comprometen hacer al menos una buena acción cada día. Como esos chicos, conviene que te entrenes en este ejercicio cotidiano: cada uno de estos actos son como ladrillos de una maravillosa construcción que emprendes para alegría de Dios que goza ver que sus hijos desarrollan sus dones con generosidad.

En medio del camino, ya cerca del pueblo, se encontraba parado un automóvil, con el capó levantado y, casi medio adentro, el dueño tratando de hacerlo arrancar de cualquier manera. Toca cables, mira la batería, saca y pone tornillos, y no hay caso. En eso se cruza un borracho y le pregunta: —¿No le arranca? —¿Y no ve que no? ¡Y lo que me da más bronca es que estoy a tres kilómetros miserables del pueblo y no puedo llegar! —¿Y por qué no le pone una pila? —Pero, ¿qué dice, hombre? Pero ¿qué tendrán que ver las pilas, si éste es un motor a nafta? Se afirma mejor el borracho y le contesta: —¡No, yo decía una pila de tontos, para que lo empujen hasta el poblado!

Este hombre, entregado a la bebida, que se ríe con cinismo de los que prestan ayuda a los demás, sin duda es el “avivato” y “ventajita” del dicho popular: “El vivo vive del sonso, y el sonso de su trabajo”. ¿Y dónde ha venido a parar? Ahoga en el vino la profunda angustia existencial que arrastran todos los egoístas. El amor es servicio y el servicio es alegría.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
Un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. Decíanle los fariseos: «Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?». Él les dice: «¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?». Y les dijo: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado». (Mc 2,23-28)

Comentario:
Hoy como ayer, Jesús se las ha de tener con los fariseos, que han deformado la Ley de Moisés, quedándose en las pequeñeces y olvidándose del espíritu que la informa. Los fariseos, en efecto, acusan a los discípulos de Jesús de violar el sábado (cf. Mc 2,24). Según su casuística agobiante, arrancar espigas equivale a “segar”, y trillar significa “batir”: estas tareas del campo —y una cuarentena más que podríamos añadir— estaban prohibidas en sábado, día de descanso. Como ya sabemos, los panes de la ofrenda de los que nos habla el Evangelio, eran doce panes que se colocaban cada semana en la mesa del santuario, como un homenaje de las doce tribus de Israel a su Dios y Señor.
La actitud de Abiatar es la misma que hoy nos enseña Jesús: los preceptos de la Ley que tienen menos importancia han de ceder ante los mayores; un precepto ceremonial debe ceder ante un precepto de ley natural; el precepto del reposo del sábado no está, pues, por encima de las elementales necesidades de subsistencia. El Concilio Vaticano II, inspirándose en la perícopa que comentamos, y para subrayar que la persona ha de estar por encima de las cuestiones económicas y sociales, dice: «El orden social y su progresivo desarrollo se han de subordinar en todo momento al bien de la persona, porque el orden de las cosas se ha de someter al orden de las personas, y no al revés. El mismo Señor lo advirtió cuando dijo que el sábado había sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado (cf. Mc 2,27)».
San Agustín nos dice: «Ama y haz lo que quieras». ¿Lo hemos entendido bien, o todavía la obsesión por aquello que es secundario ahoga el amor que hay que poner en todo lo que hacemos? Trabajar, perdonar, corregir, ir a misa los domingos, cuidar a los enfermos, cumplir los mandamientos..., ¿lo hacemos porque toca o por amor de Dios? Ojalá que estas consideraciones nos ayuden a vivificar todas nuestras obras con el amor que el Señor ha puesto en nuestros corazones, precisamente para que le podamos amar a Él.
Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents (Terrassa, Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Marcelo I
Papa
En la serie de los Pontífices, el Papa Marcelo ocupa el puesto número 30. Fue Pontífice por un año: del 308 al 309. Era uno de los más valientes sacerdotes de Roma en la terrible persecución de Diocleciano en los años 303 al 305. Animaba a todos a permanecer fieles al cristianismo aunque los martirizaran. Elegido Sumo Pontífice se dedicó a reorganizar la Iglesia que estaba muy desorganizada porque ya hacía 4 años que había muerto el último Pontífice, San Marcelino.
Era un hombre de carácter enérgico, aunque moderado, y se dedicó a volver a edificar los templos destruidos en la anterior persecución. Dividió Roma en 25 sectores y al frente de cada uno nombró a un presbítero o párroco. Muchos cristianos habían renegado de la fe, por miedo en la última persecución, pero deseaban volver otra vez a pertenecer a la Iglesia.
El Papa Marcelo, apoyado por los mejores sabios de la Iglesia, decretó que aquellos que deseaban volver a la Iglesia tenían que hacer algunas penitencias por haber renegado de la fe durante la persecución. Muchos aceptaron la decisión del Pontífice, pero algunos promovieron tumultos contra él, e incluso lo acusaron ante el Emperador Majencio quien abusando de su poder, que no le permitía inmiscuirse en los asuntos internos de la religión, expulsó al Pontífice de Roma.
Según el "Libro Pontifical", el Papa Marcelo se hospedó en la casa de una laica muy piadosa de nombre Marcela, y desde ahí, siguió dirigiendo a los cristianos. Al enterarse el Emperador, obligó al Pontífice a realizar trabajos forzosos en las caballerías y pesebres imperiales que fueron trasladados a esa zona. El Papa falleció en el año 309.
© Directorio Franciscano - Aciprensa    

Pensamiento del día
"Sed prudentes y sabios, edificad vuestras vidas sobre el cimiento firme que es Cristo. Esta sabiduría y prudencia guiará vuestros pasos, nada os hará temblar y en vuestro corazón reinará la paz. Entonces seréis bienaventurados, dichosos, y vuestra alegría contagiará a los demás. Se preguntarán por el secreto de vuestra vida y descubrirán que la roca que sostiene todo el edificio y sobre la que se asienta toda vuestra existencia es la persona misma de Cristo, vuestro amigo, hermano y Señor" (Benedicto XVI)

Tema del día:
La palabra de Dios: sorpresa, misterio, gozo...
Hay momentos en la vida que quedan grabados en nuestra memoria sin que el tiempo logre empañarlos en lo más mínimo. Algunos, transcendentales; otros, cotidianos, habituales. Creo que todos, en nuestra escuela primaria construimos el germinador: un frasco, papel secante, algodón, unas semillas (generalmente porotos o garbanzos), agua, luz... ¡y listo! A esperar unos días y sorprenderse con el milagro de la vida latente que se hallaba en esas semillas. A mis nueve años, esta experiencia resultó inolvidable.

Cuando nos convertimos en adultos, nuestras múltiples ocupaciones hacen que vivamos tan apurados que, muchas veces, perdemos la capacidad de asombro. No nos sorprendemos ante tantos milagros que ocurren diariamente en nosotros y a nuestro alrededor. La vida escondida en una semilla es un milagro.

"Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos" (Mc.10,14). Es necesario tener corazón de niño para comprender los misterios del Reino. La Iglesia que es Madre y Maestra nos invita “a descansar en la ternura de los brazos del Padre, en medio de la entrega creativa y generosa...” (Evangelii Gaudium 279). ¡Descansar como niños!

En estos días oramos, muy especialmente, con el Evangelio de San Marcos. Resulta apasionante recorrer sus páginas, contemplar a Jesús sanando infinidad de enfermedades físicas, mentales, espirituales, seguido por multitudes u orando en soledad, en silencio, dando a conocer la belleza del Reino de Dios,  de manera tal que todos  puedan comprender.

El Divino Maestro describe el Reino de Dios por medio de parábolas, esas comparaciones tan fáciles de entender, que partiendo de ejemplos conocidos iluminan las realidades más profundas. Una de esas parábolas, breve, deliciosa, exclusiva de San Marcos en la que deseo detenerme hoy: la parábola del grano de trigo que crece por sí solo (Mc.4,26,29). En ella se ve la eficacia que por obra de Dios tiene su Palabra si la dejamos actuar en nuestra alma, si no le ponemos impedimentos.

¡Es maravilloso contemplar como la Palabra de Dios que fue sembrada en nuestros corazones o la que hemos sembrado nosotros, por pura gracia divina, crece, se desarrolla por sí misma dando frutos de amor! ¡Qué gozo inmenso produce el comunicar la experiencia personal de vivir con Jesús porque “el verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera…” (Evangelii Gaudium 265).

San Juan Pablo II, en la Audiencia General del 25/9/1991, refiriéndose a la parábola del grano de trigo, decía: “… el Reino de Dios crece aquí en la tierra, en la historia de la humanidad, en virtud de una siembra inicial, es decir, de una fundación que viene de Dios, y de un obrar misterioso de Dios mismo, que la Iglesia sigue cultivando a lo largo de los siglos. En la acción de Dios en relación con el Reino también está presente la «hoz» del sacrificio: el desarrollo del Reino no se realiza sin sufrimiento. Éste es el sentido de la parábola que narra el evangelio de Marcos”.

Y en Evangelii Gaudium 22,  el Papa Francisco nos recuerda: “La Palabra tiene en sí una potencialidad que no podemos predecir. El Evangelio habla de una semilla que, una vez sembrada, crece por sí sola también cuando el agricultor duerme (Mc 4,26-29). La Iglesia debe aceptar esa libertad inaferrable de la Palabra, que es eficaz a su manera, y de formas muy diversas que suelen superar nuestras previsiones y romper nuestros esquemas”.

Que la Santísima Virgen, Madre del Evangelio y Estrella de la Nueva Evangelización, nos guíe para que no dejemos de asombrarnos cada día con el misterio escondido en la Palabra de Dios y vivamos inmersos en la gracia del Bautismo el gozo de ser mensajeros del Evangelio, confiando en la germinación del Reino de Dios, allí donde fuimos sembrados y llamados a sembrar.
© Ana María Casal

Meditaciones
Pensar en la eternidad es lo que ha hecho que muchos hombres y mujeres se retiraran a los desiertos a orar y hacer penitencia. Y si bien nosotros quizás no estemos llamados a esta vocación, nos vendrá muy bien pensar y meditar en la eternidad.
Porque esta vida terrena no lo es todo, sino que después de nuestra muerte comienza realmente lo que permanecerá para siempre, por los siglos de los siglos, mientras Dios sea Dios.
¡Y qué felicidad si alcanzamos el Paraíso! ¿Cuándo acabará? Nunca. ¿Cuánto durará? Siempre. Estas dos palabras: “nunca” y “siempre” tienen un significado que da vértigo al pensar que en el más allá, en la eternidad adquieren su valor.
Por eso es que Dios permite males en este mundo, y vemos desgracias y personas que sufren y que tienen hambre. Pues ¿qué importa una vida de padecimientos si al final, después de esta corta o larga vida, vendrá la dicha sin fin?
Y en cambio ¿para qué sirve una vida felizmente vivida, pero sin salud de alma, sin la gracia santificante, de modo que luego de nuestra muerte nos esperara una eternidad de horror en el infierno?
Ya lo ha dicho el Señor en el Evangelio que de nada le sirve al hombre ganar el mundo entero si al final termina condenado para toda la eternidad.
Pero también debemos saber que si Dios permite el mal y que haya miseria y hambre, es para darnos una oportunidad a nosotros de ser misericordiosos y socorrer a los hermanos. Porque Dios nos pedirá cuenta del bien no realizado, ya que Dios permite que haya dolor para que nosotros ejerzamos la misericordia y hagamos el bien y nos santifiquemos. ¡Ay de nosotros si somos duros e indiferentes ante el dolor de los demás!
Pensemos frecuentemente en esta palabra: “eternidad”, y a la luz de ella veamos todas las cosas de este mundo, que es pasajero y que debemos vivirlo de tal modo que nuestra eternidad sea de luz y felicidad sin fin, y no de horror y sufrimiento sin límites.
Sitio Santísima Virgen

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Los cinco minutos del Espíritu Santo
Enero 16
Algunos se confunden con la palabra espiritual, y creen que uno es más espiritual si vive alejado de las cosas de este mundo, si come poco, si no disfruta de la vida, si tiene poco trato con los demás.
Pero en la Palabra de Dios, espiritual es otra cosa. Una persona espiritual es alguien que se deja transformar por el Espíritu Santo, y entonces se convierte en un amigo de Dios y hace las cosas con amor. Espiritual es también el que sabe disfrutar de lo que Dios le regala y descubre a Dios en medio de las cosas lindas, tratando de vivirlas como a Dios le agrada. Dice la Biblia que "Dios creó todo para que lo disfrutemos" (1 Timoteo 6,17).
Por ejemplo, cuando celebramos el cumpleaños de un hijo o de un amigo, y nos alegramos de que esté vivo; y con lo poco que tenemos hacemos una linda fiesta para que se sienta feliz por lo menos un rato, eso es lo más espiritual que puede haber.
La persona espiritual sabe compartir y busca la felicidad de los demás. No se aleja de los otros, sino que sabe descubrir a Jesús en ellos. Hay personas que se creen espirituales, pero en realidad están llenas de rencores y de orgullo, o no son capaces de hacer feliz a nadie. Entonces, en realidad, están lejos de Dios, porque nuestro amor al Dios invisible se manifiesta en el trato con los hermanos visibles: "El que no ama al hermano al que ve, no puede amar a Dios, a quien no ve" (1 Juan 4,20). Por eso San Pablo llamaba "carnales" a los que vivían en la envidia y la discordia (1 Corintios 3,3).
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)

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